Querido padrino

Inclusive antes de la pandemia, las cosas eran muy desafiantes para la familia de Ivan y Joseph. Todo empezó a cambiar cuando fueron inscritos al programa de Compassion y la iglesia. Los padres de estos hermanos no saben de donde viene toda esta ayuda así que su madre, Agustina, escribe una carta de agradecimiento a los padrinos de sus hijos

Queridos padrinos y amigos:

Me llamo Agustina. Mi esposo José y yo empezamos una familia hace doce años. Vivimos rodeados de hermosas montañas aquí en Perú y tenemos tres hijos.

Creo que fue hace dos años cuando un miembro de la iglesia estaba manejando su bicicleta por nuestro barrio. Recuerdo que nos vio y se acercó rápidamente. “Vayan a la iglesia, inscribe a tus hijos, y ellos te van a ayudar,” me dijo amablemente. Sonaba interesante así que fuimos rápido. Ni siquiera pude ponerles ropa bonita a mis hijos. Había muchos niños y padres ese día. Les tomaron fotos a los chicos, anotaron sus nombres y luego nos fuimos a casa.

Y bueno, con eso, mis dos hijos menores, Ivan y Joseph, fueron inscritos en el programa Semillitas de Vida en la iglesia de nuestra comunidad.

Vivimos cerca del programa. Mis hijos estaban emocionados de saber de qué se trataba todo esto, pero la pandemia empezó. Gracias a Dios no nos enfermamos, pero sí nos afectó de otras formas. No teníamos suficiente, y ahora, ni mi esposo ni yo podíamos salir de casa para buscar trabajo.

Él trabaja juntando abono para los dueños de las chacras, y yo limpio y recojo leña para la gente. Nos pagan entre 10 – 15 nuevos soles diarios. A veces la gente sólo nos da papas o comida para nuestros hijos en vez de dinero, pero nunca es suficiente.

Mis hijos van a un colegio estatal. Ivan tiene 10 años y está en 5º grado. Joseph tiene 8 años y está en 3º grado. Ahora, con la pandemia, sus clases eran diferentes. Todo iba ser virtual, decían los profesores. Teníamos que comprar más útiles escolares, pagar las cuotas del colegio, y sólo teníamos un celular pequeño y viejo en la casa para ellos.

Simplemente no sabíamos qué íbamos a hacer. Cuando miraba alrededor y veía nuestra situación, me ponía muy triste. A veces, hasta me arrepentía de haber tenido tantos hijos porque no podía proveer para ellos.

Afortunadamente, ¡mis chicos ahora eran parte del programa de la iglesia!

Un día, habíamos terminado nuestra bebida de quinua en el desayuno. Había encendido el fuego, y mis hijos me estaban ayudando a pelar papas y a cocinar. De la nada, la gente del programa se apareció con una canasta grande llena de víveres. Tenía arroz, aceite, lentejas, azúcar, y harina. Mis hijos y yo estábamos sonriendo de oreja a oreja. Esa fue la primera de muchas canastas más que recibiríamos.

Ese día le pude preparar una comida rica a su papá cuando llegó de trabajar. Estaba tan agradecido y feliz. Me dijo que necesitamos hacerlo durar y que no lo comamos todo de una sola vez.

Ahora los mando al programa temprano los sábados y domingos. Ivan y Joseph lo disfrutan mucho. Hay profesores ahí que los esperan y les ayudan con sus tareas del colegio. Se habían estancado y no podían avanzar, pero ahora mi Joseph puede leer todo, y los dos están avanzando en sus estudios.

También nos dieron útiles escolares, ropa, champú, jabón y kits de higiene para la familia. Nos dan de todo, y ya no tenemos que preocuparnos por comprar todas esas cosas. Me alegra tanto que nos hayan dicho sobre este programa en la iglesia. No podría estar más agradecida.

Las personas ahí son muy amables. Los tutores de mis hijos también les están enseñando sobre Dios. Los llaman seguido para saber cómo están. Les dieron sus propias Biblias. Leen la Biblia juntos en casa y juntan sus manos para orar cada vez que llueve muy fuerte.

Les daba mucho frío cuando llovía. No nos gusta para nada. En el invierno las temperaturas llegan a bajo cero, pero el programa nos dio casacas gruesas y colchas para los chicos. Casi nunca se las quieren quitar ahora, es gracioso.

Oramos para que Dios nos siga cuidando día y noche, y nunca nos haga faltar. Tal vez seamos pobres, pero Él es grande. En el programa también me dieron lana para hacer chalecos y chompas. Recién estoy aprendiendo. Me dijeron que podía vender lo que hacía para ganar un poco de dinero.

También tenemos algunos animales como gallinas, un chancho y ovejas. Los chicos las llevan a pastear. Les encanta correr y jugar futbol después de eso. También les gusta dibujar. Ahora sonríen más.

Cuando pienso en su futuro, ya no me preocupo tanto. Sólo me preocupo por el mayor porque los menores están en el programa, y sé que ellos nos seguirán ayudando.

Mi esposo y yo siempre pensamos en las personas que están haciendo todo esto posible para nuestra familia. ¿Cómo podríamos pagarles por todo lo que están haciendo por nosotros? ¿Qué haríamos sin ellos? No sabemos.

Sólo sabemos que ya no estamos solos así que estamos muy agradecidos.
¡Gracias!

Agustina

Y mi Dios proveerá a todas vuestras necesidades, conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.

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