Cuando Jesús enciende nuestro corazón con compasión, nosotros compartimos de su amor en lo que hacemos. Por eso, nos involucramos en actividades compasivas que nos ayuden a rendir nuestros corazones a Él. Deseamos tener un corazón como el de Jesús- uno que se quebrante ante la difícil situación de los niños en pobreza y que anhele verlos alcanzar su pleno potencial en Jesús.
Adoptamos una mentalidad de crecimiento porque estamos comprometidos con el aprendizaje permanente, nos desarrollamos de la manera que Jesús enseñó. Abrazamos el proceso de transformación y nos comprometemos a dejar que Jesús influya en nuestra manera de pensar, nuestros sentimientos, comportamientos y deseos.
Nosotros buscamos cultivar nuestros corazones para estar confiados y seguros en Jesús. Hacer esto significa que buscamos lo mejor para otros en vez de tener un espíritu crítico. Nosotros vemos en otros a Jesús y los consideramos más que a nosotros mismos. Buscamos maneras de levantar el uno al otro, especialmente cuando enfrentamos grandes dificultades y desafíos.
Somos una organización orientada a las relaciones. Nos vinculamos, construimos y creamos como equipo. Esto nos requiere tener una conexión “real” con otros, no tener miedo a ser transparentes y apropiadamente vulnerables entre nosotros. Sostenemos el uno al otro con nuestras fortalezas y dones para hacer nuestro trabajo. Funcionamos como un “cuerpo” (Rom 12). Como resultado, nos volvemos más cercanos y nos fortalecemos juntos.